¡ Cómo cansa descansar !
Luego llegó la noticia, también muy oculta, de que se podía conseguir ver lo que ocurría en un lugar próximo por una pantalla de T.V. Este nuevo procedimiento también quedó cuidadosamente velado (1) y se utilizaba de manera muy reservada. Pero últimamente -y aquí comienza de verdad nuestra historia- un aficionado a las cosas de radio y de televisión, redescubrió que con un simple receptor de televisión aplicándole no sé qué otro aparato de facilísima adquisición, consiguió ver y oír a través de las paredes a una distancia bastante considerable.
El inventor publicó su descubrimiento a los cuatro vientos, y como la oferta era tan golosa (2), antes que las autoridades reaccionasen, la ciudad se llenó de aquellos receptores que prometían tanto solaz (3) para las gentes aburridas (4) y curiosas. Al cabo de poco más de un año, en todos los hogares medianamente acomodados podía verse lo que ocurría en diez kilómetros a la redonda, sin más que poner en marcha el vulgar televisor y ayudarse con un selector de imágenes fácilmente fabricable. La mentalidad de la gente cambió en pocos meses de manera inconcebible...
De pronto, todo el mundo se sintió espiado y observado minuto a minuto en su vida ; y a la vez, con un deseo obsesivo de espiar, de observar la vida del prójimo (5).
[...] Aquellos relajos (6) naturales del ser humano cuando se siente solo, desaparecieron. Y la gente empezó a comportarse en todo momento de una manera artificial, como si la puerta de su cuarto siempre estuviera entreabierta.
Verdad es que las primeras reacciones colectivas ante el fenómeno del ojo universal fueron realmente graciosas y me atrevería a