La muerte:
¿De dónde venimos? ¿Adónde iremos cuando muramos?
Son preguntas que el ser humano se plantea a sí mismo constantemente. En algún momento de nuestra vida empezamos a reflexionar sobre la muerte, ese tránsito en el que el ser vivo deja de serlo. Por un lado, ser conscientes de que la muerte existe nos hace madurar, ya que lo hacemos cuando la idea de la muerte empieza a “germinar” en nuestro interior. Por otro lado, la incertidumbre que nos provoca nos humaniza, ya que tener conciencia de la muerte es lo que nos convierte en mortales, es decir, en seres humanos. Los griegos no consideraban a los animales ni a las plantas mortales. No lo son porque no saben que van a morir. Nosotros, sin embargo, lo tenemos claro y en eso consiste la vida.
A pesar de que pensamos que sabemos mucho sobre la muerte, realmente no sabemos nada de ella, ya que nadie puede contar cómo se vive desde el interior de uno mismo. Seguro que incluso un niño podría decirme lo que es morirse, pero, ¿qué es morirme?
Cuando alguien se muere sentimos dolor, pero al pensar en nuestra muerte sentimos miedo. Algunos temen a que lo que haya después de la muerte sea aterrador. Otros palidecen ante el simple hecho de pensar que no haya nada después. Podría decirse que estos segundos prefieren vivir en malas condiciones antes que pasar a no ser nada; a dejar de existir.
Otra cosa que sabemos de la muerte es que el morirse no pertenece únicamente a personas mayores o enfermas. Desde que morimos estamos preparados para morir. “No