L'odyssée: dieux et hommes
El Espejo
“¡Intrigante...!” - Gina La Hera
“Más surrealista que Beetlejuice.”- Dennis Rada
“Ah, bien. Parece Batman.” – Ernesto Fuentes
Alfaguara
I
Desde pequeño, siempre había vivido en una pequeña casa, más bien humilde con mis padres, mis hermanas y la abuela. Estaba acostumbrado a estar acompañado por alguien la mayoría del tiempo, teníamos solamente dos dormitorios. Uno de ellos lo ocupaba mi abuela y su gran tapete que tejía. Empezó a tejerlo cuando murió el abuelo y desde entonces no se detuvo. Pero esos son sólo recuerdos de hace muchos años, parecen parte de otra vida.
Vivía en aquella casa desde el incendio, que quemó la pequeña casa de mi infancia y con ella se quemaron también mis recuerdos. Era una casa tan vieja que al conversar con uno mismo, los muebles parecían escuchar y los crujidos de la madera parecían responder, de modo que uno no se sentía tan solo en su enormidad. Nunca fui alguien de muchos amigos, ni se diga de tener pareja. Solo, me sentía a gusto. Tenía la teoría de que si uno se encariñaba mucho con otra persona, podía llegar a depender de ésta.
Llevaba una vida…no sé si “tranquila” sería la palabra correcta. Más bien aburrida. Quiero decir que, entre el desayuno, el trabajo, el almuerzo, el trabajo y la cena, no había nada más. Pero para mí esa vida era lo único, no conocía nada más y tampoco quería cambiarla. No era ideal, pero tenía algo, algo que me mantenía dentro de ese ciclo interminable. Hasta el momento en el que comencé a ver cosas, no me había dado cuenta de cuánto me habían afectado tantos años de soledad hasta ese momento.
No sabía de qué se trataba. Un día me di cuenta de que algo me sucedía, algo inusual para la clase de vida que llevaba. “Es la falta de sueño”, me dije, aunque yo no solía tener insomnio en esa época. Dentro de mí, sabía lo que