Clarissa y el ladron, texte
Clarisa poseía una ilimitada comprensión por las debilidades humanas. Una noche, cuando ya era una anciena de pelo blanco, se encontraba cosiendo en su cuarto cuando escuchó ruidos desusados en la casa. Se levantó para averiguar de qué se trataba, pero no alcanzó a salir, porque en la puerta tropezó de frente con une hombre que le puso un cuchillo en el cuello.
- Silencio, puta, o te despacho de un solo corte _ la amenazó.
- No es aquí, hijo. Las damas de la noche están el otro lado de la calle, donde tienen la música.
- No te burles, esto es un asalto.
- ¿Cómo dices ? – sonrió incrédula Clarisa -. ¿ Y qué me vas a robar a mí ?
- Siéntate en esa silla, voy a amarrarte.
- De ninguna manera, hijo, puedo ser tu madre, no me faltes el respecto.
- ¡ Siéntate !
- No grites, porque vas a asustar a mi marido, que está delicado de salud. Y de paso guarda el cuchillo, que puedes herir a alguien – dijo Clarisa.
- Oiga, señora, yo vine a robar – mascullió el asaltante desconcertado.
- No, esto no es un robo. Yo no te voy a dejar que cometas un pecado. Te voy a dar aigo de dinero por mi propria voluntad. No me lo estás quitando, te lo estoy dando, ¿ está claro ? – Fue a su cartera y sacó lo que le quedaba para el resto de la semana -. No tengo más. Somos una familia bastante pobre, como ves. Acompáñame a la cocina, voy a poner la tetera.
El hombre se guardó el cuchillo y la siguió con los billetes en la mano. Clarisa preparó te para ambos, sirvió las últimas galletas que le quedaban y lo invitó a sentarse en la sala.
- ¿ De donde sacaste la peregrina idea de robarle a esta pobre vieja ?
El ladrón le contó que la había observado durante días, sabía que vivía sola y pensó que en aquel caserón habría algo que llevarse. Ese era el primer asalto, dijo, tenia cuatro hijos, estaba sin trabajo y no podia llegar otra vez a casa con las manos vacías. Ella le hizo ver que el riesgo era demasiado grande, no sólo podían llevarlo preso, sino que podía