Espagnol
Para dotarla de prestigio, se nos quiere presentar la globalización como una estructura social muy moderna y sin precedentes, alcanzada2 como uno más de los frutos del progreso. Lo cierto es que el poder ha buscado en todo tiempo la explotación económica de sus súbditos3, a veces simplemente por la fuerza, pero otras mediante formas semejantes a la actual, usando los medios técnicos de cada momento. Ya en el Imperio romano los traficantes y comerciantes tenían montada su red desde los alrededores de la corte4 imperial hasta las provincias, con rutas de transporte y en convivencia con los poderes vigentes. Cada imperio ha "globalizado" como ha podido. Justo es reconocer, no obstante, que el vocablo "globalización" es ciertamente moderno y muy atractivo al sugerir algo global -es decir común a todos- al suscitar además la imagen de un globo en cuya barquilla5 común se eleva la humanidad, solidariamente unida, hacia el empíreo6 del futuro.
Desgraciadamente, la solidaridad no es la actitud predominante por parte de los globalizadores. Basta abrir un diario o encender un televisor (aun cuando ambos medios procedan de los centros económicos dominantes) para percibir que en la barquilla del globo no se eleva más que una minoría de globalizadores, mientras quedan en tierra los millones de globalizados que dependen de ellos. Por supuesto, los de la barquilla alegarán que su relación con los que no suben es más bien de interdepen-dencia, pero también son interdependientes el jinete7 y su caballo, con consecuencias muy distintas para cada uno. Al igual que los fumadores pasivos no disfrutan del tabaco, pero respiran