ESPAÑA Y LA UNIÓN EUROPEA Este panorama de la economía española no quedaría completo si no se refiriera aunque sea brevemente a la situación de España en el marco europeo Tras haberlo deseado ardientemente durante años, los españoles fueron admitidos en el seno de la Comunidad Europea a partir del 1 de enero de 1986. Al integrarse en el bloque comunitario, su objetivo a largo plazo, desde el punto de vista económico, era llegar a asemejarse en todo lo posible a los países miembros de ese islote de riqueza y bienestar, en el marco de lo que desde entonces se ha dado en llamar proceso de convergencia. Hoy, las estadísticas permiten medir el camino recorrido desde entonces y lo que aún queda por hacer en este sentido.

1. DEMOGRAFÍA

En los últimos diez años, gracias a la inercia acumulada, la población ha aumentado algo más rápidamente en España que en el resto de la UE. Pero su envejecimiento global y los efectos cumulativos de la caída de la natalidad ponen en entredicho esta tendencia. Hacia 2030, si no lo impide la inmigración, el número de habitantes de España empezará a disminuir, a un ritmo superior al del resto de la UE, donde también se observará este fenómeno. En cuanto a población activa, España presenta algunas diferencias con el conjunto de la UE. Su sector de agricultura, ganadería y pesca está sensiblemente más desarrollado, mientras que ocurre lo contrario con el de servicios. Pero este desfase está en trance de superación. Desde hace decenios, el diferencial está en constante disminución, y todo deja prever una prosecución de esta tendencia a la equiparación : los servicios, más que la industria, son en efecto los que están destinados a progresar. Otro apartado en el que se van reduciendo las diferencias es el de desempleo. En 1997 el porcentaje de parados en España era casi el doble que en el conjunto de la UE, pero la situación ha variado notablemente desde entonces. Tras la crisis de los años 1993-1996, gracias a una política