Los jóvenes españoles se han instalado en una especie de adolescencia eterna y, en esta bruma, han construido su estado vital. Las dificultades que les pone la vida para emanciparse han provocado que «prolonguen la adolescencia en el tiempo». Autoengaño (auto-mensonge) Estamos ante una juventud que se valora poco y que tiene muy baja imagen de sí misma. Son ellos mismos los que se presentan como consumistas, egoístas, preocupados sólo por el presente y con poco sentido del deber y del sacrificio. Lo que quieren los jóvenes de hoy en día es vivir al día. «Y punto», remacha Elzo. No son revolucionarios, son reformistas: se adaptan a las circunstancias. Se refugian en lo privado –la familia, los amigos y la salud–, el ocio es su forma de escapatoria, se alejan de la política y de la religión, las instituciones se las traen cada vez más al pairo y se sienten cada vez más localistas. También más tolerantes y permisivos con las virtudes privadas y más exigentes con las públicas. Sentimiento de pertenencia Para el joven español tipo, los problemas sociales más importantes son el terrorismo, la droga, el paro, la vivienda y la violencia doméstica, por este orden. Los menos mentados son violencia de alguna gente joven, la corrupción política, los problemas de contaminación y medio ambiente, la pobreza o la marginación. Lo próximo es lo que importa, en detrimento de cuestiones más generales. Sociedad y familia Valoran cada vez menos los movimientos sociales comprometidos y están muy poco implicados con los problemas de su sociedad. Sí demuestran confianza en las organizaciones dedicadas a temas de voluntariado (69%), seguido del sistema de enseñanza (60%), el sistema de Seguridad Social (54%), la policía (51%) y la Unión Europea (50%). Los últimos puestos son para las Fuerzas Armadas (37%), la OTAN (36%), las grandes empresas y multinacionales (24%) y la Iglesia (21%). En cuanto a movimientos sociales, aumenta considerablemente el apoyo de la juventud a los grupos