Hijos encantadores

habían soñado siempre con ese día en que volverían a estar solos, los hijos ya crecidos y haciendo su camino. El problema era que los chicos no se iban de casa.

Para buscarle salida al asunto, la madre decidió rebajar la calidad de sus prestaciones culinarias. La niña, adicta a las hamburgueserías, no pareció notar el cambio, y el chico, refinado gastrónomo, creyó entender que la madre atravesaba una crisis, y cuando peor guisaba más cariñoso estaba con ella, de una forma condescendiente que, por cierto, ella detestaba. En esa época él en cambio, se evadió : frecuentaba los billares y llegó a ganar el campeonato del barrio. Después el chico acabó la carrera y luego la acabó también la chica y los dos se pusieron a hacer cursillos con una afición por los estudios que nunca jamás habían demostrado hasta ese momento.
¿ No crees que deberían buscar trabajo ? - preguntaba él.
Como hay tanto paro...
Ya lo sé que hay paro. Pero es que éstos no buscan...
Será para no desanimarse. Ya sabes que el chico es muy sensible.

Un día el chico encontró trabajo. Y un mes después llegó a casa muy contento y anunció que tras la cena comunicaría una gran noticia. Lo hizo :
He decidido dedicar mi primer sueldo a comprar un tresillo nuevo para la salita.

Los padres se miraron horrorizados.

Para buscarle una salida al asunto, el padre decidió simular su ingreso en el Opus. Impuso el rezo del rosario en familia y obligó a todo el mundo a estar en casa antes de las diez. La niña, que había sufrido recientemente un desengaño amoroso, aceptó el consuelo de la religión. El chico se había prendado de una presentadora de televisión y tampoco puso inconveniente al nuevo horario. Era exasperante.

En esa época fue ella quien se evadió, coqueteando discretamente con un compañero de trabajo del chico. Después la niña encontró trabajo, pero muy mal pagado, y un novio que la quería muchísimo y estaba en paro, un novio al que le gustaba enormemente el