Témoignages d'un observateur
He observado en esta sociedad una terrible desdicha por los humanos. Durante ceremonia de enterramiento de alguien que hemos querido mucho, la gente se dedica a dar testimonios agradables en favor del difundo de tipo “Era el más amable y gracioso de la familia”; “Nadie nunca se enfadó con él”; “Todos queríamos comportarnos como él”; “Era un modelo del saber-vivir”... No se da cuenta esta gente de que sus testimonios no influirán absolutamente nada sobre la condición ni el juicio del querido fallecido: ya ha llevado su propia y única cruz. Ya es muy tarde a quienes le quieren ayudar; es la pena que no se compadece y donde no hay ninguna compasión. No se da cuentas esta gente de que mintiendo así aumentan la masa de su propia horca; no se dan cuenta de que amontonan argumentos contra ella cuando venga el justo y equitativo juicio de DIOS.
En este país nuestro he observado otra situación dramática: a la gente le apetece el “¿Me has visto?”. Lava las ropas cuidadamente y las pone por el interior,“el reverso” a que se sequen. Proceden así para evitar que la parte externa se ensucie si calle la ropa al suelo. No sabe que la parte interior, siendo la que toca directamente el cuerpo, debe ser más protegida que la exterior. Pues esta gente se preocupa por ser limpia a primera vista, mientras que es sucia a segunda vista. También he observado que la gente antepone el bienestar material y pospone el bienestar sicológico. No acepta que el bienestar y la felicidad antes de todo son sicológicos, luego materiales. Si uno está en paz con su consciencia y con su entorno, ahora, sí que puede aspirar a este bienestar material que es la riqueza, tener una familia, tener un palacio… Si se pone a un loco en un espléndido edificio ¿A qué le servirá todo esto? Si uno vive en un gran castillo, que construyó engañando y matando a la gente, con su familia y una muchedumbre de sirvientes y criadas ¿Estará