Literature, femme, societe
La época del Renacimiento mantiene la estructura familiar como base del entramado social que tenía una tradición de tantos siglos. Nasa se innova a este respecto. Si acaso, algunos apuntes de mayor libertad de la mujer en la cumbre social, pero poco más. De este modo para la mujer no había más que dos destinos honorables: el de casada, o bien el de aquel otro matrimonio, el del amor a lo divino, la monja. Fuera de eso, no quedaban nada más que migajas, miradas con desprecio: las solteras se convertían en solteronas, si perdían su virginidad pasaban a ser madres solteras y finalmente rameras. La familia era un reino en miniatura, un reino que se reproducía, los padres no solo mandaban plenamente sus hijos, sino que también, sino que también decidían quienes iban a ser los padres de sus nietos. Existe por tanto un rechazo rotundo a la formación espontánea de la familia. En el cuadro titulado el matrimonio Arnolfini de Jan van Eyck observamos la firmeza y gravedad en el pater familiae; sumisión, fecundidad y fidelidad en su dulce esposa. También tenemos que tener en cuenta que la virginidad se pedía de la mujer pero no del hombre; lo cual tendría otra consecuencia en la vida matrimonial, donde a la esposa se le exigía fidelidad, mientras el esposo no tendría que dar cuenta de su conducta erótica extraconyugal. Esto es, prohibición para la mujer y libertad para el hombre. De la perfecta casada ¿qué se esperaba de ella? ¿Cómo la veían los moralistas del tiempo? ¿cómo la quería y esperaba que fuese su marido? Pues bien: la querían perfecta y de ahí que fray Luis de León titulase su obrita dedicada a la mujer de la casa: la perfecta casada.
¿En qué consistía esa perfección? En primer lugar, sus relaciones con el marido; en segundo término, la crianza y educación de sus hijos. Después venía el gobierno de la casa, como autoridad indiscutible del servicio