Alteraciones del sueño

“Mamá…”
Una voz débil intentó abrirse paso en la oscuridad de la habitación, como una luz trémula en la noche.
“Mamá…ven…tengo miedo…”
La habitación de un niño está llena de misterios a altas horas de la noche, llena de peligros y presencias escondidas, de miradas ocultas en cualquier sombra. Las palabras se unieron a un llanto quedo. la llamada se fue haciendo más aguda, luchando contra la densidad del silencio imperante.
“Mamá! Ven! Hay alguien! Mamá! Ayúdame!”
El sollozo poco a poco se hizo grito, grito que desgarró la noche, y también el sueño de la madre.
Despierta por el lamento de su hijo, se dio la vuelta lentamente, desplazando con esfuerzo su peso, y sacudió a su marido, susurrándole:
“Cariño, Esteban, ve tú, estoy agotada y el niño vuelve a tener pesadillas.
-¿Otra vez?- murmuró roncamente, con algunos retales de sueño en la voz.
-Sí, lo sé. Todas la noches estamos igual.
-Pues te llama a ti.
-¡Te toca! “
Los párpados de la joven madre luchaban por dejarse caer. El calor de la manta acabó de cerrarlos, y el sueño la invadió de nuevo, dulce y suavemente.
Tras este arrebato que apenas duró unos minutos, se enderezó y se puso en pie. El contacto con el suelo le hizo estremecerse, sacándola de su letargo. Las persianas estaban a medio cerrar, y la luz blanquecina de las farolas, o de la luna misma, envolvía la cama en un halo plateado. Paso a paso, recorriendo las paredes, fue tambaleándose hasta la habitación de su hijo.
El pequeño abrazaba su almohada con tanta fuerza que hasta parecían temblarle los brazos; acurrucado contra el muro, gemía y respiraba con dificultad. Pero cerca de él, una voz conocida y grave le susurraba dulcemente al oído que no gritase, que todo iría bien, mientras le acariciaba la mejilla.
“Gracias por ir, mi amor. ¿Ya está mejor?- preguntó aliviada.
-Sí cariño, todo controlado, no pasa nada, este chiquitín es un valiente.
-Bueno, en ese caso me vuelvo a la cama, Esteban. Duérmete ya mi