“ Esta nena, no era como todas. ” Eran las diez de la mañana, un domingo . Las nubes estaban cargadas de lluvia, y hacia un tiempo glacial. Andaba tranquilamente pero helado hasta los huesos, con dirección al tabaco que se encontraba a tres calles de mi casa. Giré como siempre en la esquina de calle, y me di cuenta de que tabaco estaba cerrado. Una cosa problemática para fumador como yo. Hice media vuelta decidido a atravesar la ciudad para poder pasar un domingo sereno. Como me había ido rápidamente de mi casa, pensando que solo me costaría cinco minutos, solo tenia una chaqueta muy ligera, entonces todo mi cuerpo estaba recorrido por escalofríos muy intensos. Avanzaba pues en la calle el viento me cortaba las mejillas, el frío me desecaba la piel. Para mi, la vida tenia gusto de indiferencia, la felicidad no hacia parte de lo que vivía. Todo era fastidioso, todo lo que hacia eran repeticiones aburridas. Tres años durante los cuales no se paso nada de interesante solo un cotidiano trivial, donde domina la soledad, ni un sentimiento nuevo, extraño o sorprendente. No he tenido ni pavor ni euforia. Le plenitud total. Una vez que había llegado delante del tabaco, después de haber andado durante media hora encontré sentada delante, una mujer muy joven que parecía mendiga. Tenia los pelos de un color rubio muy terno, largo y muy enredados peinados o mejor dicho despeinados de manera desgreñada. Su rostro estaba teñido de una palidez espantosa, tenia largas pestañas negras y espesas que cubrían dos inmensos ojos grises. Sus labios eran de un violeta extremo. Sentada con las piernas cruzadas, estaba liando un cigarro. Sus manitas eran frágiles y temblantes. Entré en el tabaco todavía afectado por la imagen de la mujercilla. Compré dos paquetes de cigarros y salí. Estaba aquí, solo se movía para poner su cigarro en su boca. Nuestros ojos se cruzaron, y se puso a reír, seguramente porque vio que mi mirada estaba llena de lastima por ella. En ese momento empezó