Le clezio
En estos días se ocupa mucho tiempo en hablar de globalización. Se olvida que, de hecho, el fenómeno inició en Europa durante el Renacimiento, con el inicio de la época colonial. Globalización no es una cosa mala dentro y fuera de sí misma. La comunicación ha acelerado progreso en medicina y ciencia. Tal vez, la generalización de la información contribuya a prevenir conflictos. Quién sabe, si la Internet hubiera existido en el tiempo de Hitler, quizá su argumento criminal no habría triunfado —el ridículo habría prevenido que siquiera hubiera visto la luz del día.
Vivimos en la era de Internet y la comunicación virtual. Esta es cosa buena, pero ¿habrían valido la pena estos asombrosos inventos de no ser por la enseñanza del lenguaje escrito y los libros? Proporcionar a casi todas las personas en el planeta un dispositivo de cristal líquido es utópico. ¿No estamos, de cierta manera, en el proceso de creación de una nueva elite, trazando una línea que divide el mundo entre aquellos que tienen acceso a la comunicación y el conocimiento y aquellos que se quedan fuera? Grandes naciones, grandes civilizaciones han desaparecido por no darse cuenta de que esto podía ocurrir.
Para estar seguros, existen grandes culturas, consideradas minorías, que han sido capaces de resistir hasta este día, gracias la transmisión oral del conocimiento y sus mitos. Es indispensable, y benéfico, reconocer la contribución de estas culturas. Pero nos guste o no, incluso si no hemos alcanzado la era de la realidad, ya no vivimos en la era de los mitos. No es posible proveer una fundación por la igualdad y el respeto de otros a menos que cada niño reciba los beneficios de la escritura.
Y ahora, en esta era que sigue a la