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Cuando, en julio del año pasado, el Servicio de Guardacostas de Estados Unidos difundió las imágenes del Chevy de Luis, con ruedas y una hélice acoplada, navegando a cinco nudos en el estrecho de Florida, la gente no daba crédito. Numerosos cubanos se han largado de su país en balsas de corcho inventadas, pero nunca se había visto en alta mar un artefacto semejante. Y él pensó que precisamente por ello, en caso de ser interceptado por barcos patrulleros norteamericanos, no sería repatriado.
Pero no fue así. El 17 de julio de 2003, exactamente 31 horas después de lanzarse al mar por la playa de Boca Ciega, Luis; su esposa, Isora, y el hijo de ambos, Ángel Luis, de cuatro años, eran "rescatados" por un guardacostas de EE UU. En el Chevrolet viajaban nueve personas más, todos familiares y vecinos del barrio habanero del Diezmero, donde nació Grass. Impotentes, los 12 contemplaron cómo el camión era hundido a cañonazos por el guardacostas, y días después regresaron rotos a sus casas.
Repatriación obligatoria
Según las leyes de EE UU, los balseros interceptados en el mar deben ser repatriados, pero aquellos que pisan tierra pueden quedarse y obtener al año la residencia. El día de su deportación, funcionarios