Lycee
Al centro comercial se accede por una amplia galería llena de lujosos escaparates y allí hay un mendigo tocando la flauta. Una señora con visón y bolso de Prada (1) pasa por delante. El mendigo interrumpe la melodía y le tiende la mano para pedirle una limosna. La señora dice : lo siento, llevo prisa, y apresurando instintivamente el paso entra en el establecimiento. El mendigo no pide limosna a cambio de nada. Con la flauta toca del Himno a la alegría la única pieza que sabe. La señora compra algunas cosas en el centro comercial, toma el aperitivo en la cafetería y luego decide salir a la calle. Un guarda jurado (2) de enormes bíceps le abre la puerta de cristal que da a la amplia galería, donde la flauta del mendigo aún está sonando. Allí mismo se le acerca a la señora por detrás un tipo patilludo (3) con bambas (4) y anorak, la derriba (5) con una llave de yudo (6), le arrebata el bolso y huye a toda velocidad a lo largo del corredor, sin que nadie de cuantos circulan a su lado haga nada por deternerlo. Todo el mundo queda paralizado. También el guarda jurado, que ha contemplado el atraco a través del cristal, permanece impasible. A él le pagan para proteger únicamente a los clientes dentro del establecimiento. Sólo el mendigo reacciona mientras la señora está gritando en el suelo. Interrumpe el Himno a la alegría, suelta la flauta y sale detrás del atracador (7). Al parecer, el mendigo tiene bajo los harapos un cuerpo de atleta, porque no sólo lo alcanza sino que además se faja con él (8), lo inmoviliza y recupera el bolso que contenía, entre otras cosas, 42.000 pesetas y un Dupont de oro. El mendigo se lo entrega a la señora y a continuación comienza a tocar la flauta de nuevo. La señora trata de recompensarle por su heroísmo, pero el mendigo se niega a aceptar nada que no sea una limosna ordinaria. Cree que se la merece por el simple hecho de tocar el Himno a la alegría. La señora rebusca en el bolso una moneda de 100 pesetas, la echa en el