Educación militarizada
Ciertas prácticas pedagógicas militarizan la educación. La psicóloga y docente Mirta Lidia Sánchez (2006)1 afirma que la disciplina es un elemento fundamental que favorece el aprendizaje en la escuela porque es una forma de autodominio, que permite a un sujeto conducirse de tal manera que alcance sus metas a pesar de los obstáculos. Alude al esfuerzo, al trabajo, a la constancia que son necesarios asumir, para apropiarse de los conocimientos. Pero la disciplina se vuelve un factor negativo cuando se orienta más a enseñar a obedecer que a ayudar a reflexionar. Tanto en la familia como en la escuela la prohibición, la censura y el castigo suelen ser los métodos pedagógicos privilegiados.
La disciplina debe ser considerada en la escuela desde el punto organizativo porque se necesita un orden que favorezca la labor educativa y desde un punto pedagógico por la necesidad de formar al alumno para que sepa convivir en grupo dentro de la escuela y más adelante lo haga también en la sociedad.
La autoridad pedagógica se presenta como un derecho de imposición legítimo de quien educa, por lo que está necesariamente implicada en la acción pedagógica. Foucault (1975)2 denominó a la escuela junto con las fábricas, hospitales y cárceles instituciones de secuestro, atribuyéndoles un tipo de poder donde la disciplina se considera fundamental. En ellas, además de órdenes, se toma el derecho de enjuiciar, castigar o recompensar a sus miembros, siendo algunos aceptados y otros expulsados. La vigilancia, el control y la corrección son característicos de las relaciones de poder que existen en esas instituciones.
La disciplina es una constante en la vida de los sujetos educables y no es algo solamente circunstancial como el comportamiento en los recreos, en la fila, en la entrada y la salida del establecimiento, etc. Pero la disciplina no debe convertirse en autoritarismo porque obstaculizaría el pleno ejercicio de la libertad de los